Conducción Temeraria – La Historia De Un Cliente

En otoño de 2011, Riley Scheyder se encontró en una situación precaria cuando la policía estatal lo detuvo por conducción temeraria. Afortunadamente, él y su familia acudieron a The Irving Law Firm en busca de ayuda y apoyo.

En lo que parecía una tormenta perfecta, el entonces joven de 17 años del Freedom High School de South Riding, Virginia, sintió que las estrellas se alineaban en su contra. Tras ser invitado por su mentor a visitar a un profesor de filosofía en Maryland, Riley aceptó entusiasmado y ambos emprendieron un viaje por carretera. Nada más llegar, supo que iba a ser una velada interesante. Mientras escuchaba hablar a los dos caballeros, Riley se dio cuenta de que estaban bebiendo, pero no le dio mucha importancia. Cuando la velada llegó a su fin, el mentor de Riley le pidió que condujera hasta su casa por si acaso superaba el límite legal.

En el viaje de vuelta, todo parecía ir bien hasta que Riley estuvo a pocos minutos de casa. El deportivo de su mentor iba tan suave que Riley ni siquiera se dio cuenta de lo rápido que iba. Cuando miró hacia abajo y vio que iba a 82 en una zona de 55 mph, Riley pisó inmediatamente el freno, lo que fue como una señal para el policía estatal. Cuando Riley bajó la ventanilla, el agente olió los vapores del alcohol que salían del asiento del copiloto e inmediatamente le pidió el permiso de conducir y la matrícula. Al no prever que tuviera que conducir, Riley no llevaba consigo el carné de conducir. Para agravar aún más la situación, eran más de las 2 de la madrugada, es decir, pasada la medianoche, hora del toque de queda para los estudiantes menores de 18 años en Virginia. Las cosas habían ido de mal en peor.

A la mañana siguiente, Riley se enfrentó a la desalentadora tarea de explicarle a su padre por qué había acabado con una multa por conducción temeraria cuando ni siquiera se suponía que debía conducir en primer lugar. Ni que decir tiene que estaba asustado y se sentía culpable por haber decepcionado a su padre. Afortunadamente, el padre de Riley conocía la reputación del bufete Irving y pidió ayuda a John Irving. Riley describió cómo se sintió mucho mejor después de que el «Sr. Irving» se sentara a hablar con él. Sabía que estaba en buenas manos.

Al final, Riley tuvo su día en los tribunales. El agente de policía estaba allí para dar su versión, que afortunadamente dejó a Riley en buen lugar. El juez pidió al joven que se disculpara ante su padre; y una vez que completó un curso de conducción de ocho horas, se retiraron los cargos. Riley habló sobre su roce con el sistema legal: «Estaba muy nervioso durante todo el proceso. Me ayudó saber que The Irving Law Firm iba a estar ahí. Me ayudaron cuando pensaba que no tenía a mucha gente de mi lado».